La búsqueda de la excelencia es buena pero debemos recordar nuestros orígenes, conservar gratitud por quienes nos acompañaron a un despertar, manteniendo la humanidad, dejando al ego y soberbia en un cajón, sin codicia ni maldad.Mostrar bondad, dar y compartir es el mejor regalo que los seres podemos ofrecernos, los unos a los otros, este es el modo de honrar el principio de nuestro origen primitivo y a nuestros antepasados, los que nos dieron y brindaron su sabiduría en su máximo estado puro, algunos lo etiquetan y rotulan como esotérico, como si fuera algo que rebaje, denigrara o para discriminar.
Lo cierto es que en lo primitivo, antes y después de Cristo… con manos de paz, ojos mansos y voz certera ya nos advertía que cuidemos la tierra, cuidemos el hogar que habitamos. No solo nos advirtieron, sino que dejaron grabado en montañas y rocas en lugares sagrados sus patografías para que las interpretemos.
Es momento, es tiempo de oír, despertar, pero también de hacer silencio y escuchar a nuestros corazones y preguntarnos: ¿Estoy caminando por el camino adecuado? ¿Esto es lo que deseo para mi vida? Son preguntas cuyas respuestas solo te pertenecen a ti. Tómate tu tiempo y que tu ángel y guía te conduzcan hacia las respuestas sobre tus próximos pasos.Como mi nombre Taoydo, cuyo significado surgió sin pensarlo mucho, soy una caminante, me despojé de máscaras y digo lo que siento por que soy consciente y creo que aún hace falta maná en nuestros corazones, que hacen falta manos sanadoras y que de ello no hay conciencia colectiva, como sí, la había en nuestros ancestros y guardianes de la madre tierra.
Aún recuerdo a una aborigen toba, de figura robusta, su rostro con pliegues y surcos de sabiduría, ella siempre estaba sentada allí, rodeada de canastos con hierbas y artesanías, el saludo cada día era mutuo, hasta que un día dejé de ir por varios días ya que, yo no podía trabajar a causa de una herida producida por un alambre, me esperó. Sin sutura alguna volví a mi puesto de trabajo, pero ella, la aborigen toba al verme sonrió y en mezcla de español y su lengua nativa me dijo: “hace rato que te estoy esperando”.
Me senté a su lado sin comprender mucho su “enojo” en su voz, entonces le conté lo queme mantuvo alejada del puerto: La feria, en donde vendía frutas y verduras, un cajón con alambres me produjo un gran corte en mi pierna (hoy esa herida a simple vista mide 3 cm)en aquel momento se veía fea la herida, pero esa india que esperaba mi regreso colocó su mano sobre mi herida mientras susurraba en su lengua nativa, me pasó unas hierbas por el corte y me dio la receta de la misma, yo, entonces cojeaba con mi pierna lastimada, ella,me regaló su amor, me sanó porque caminé derechita, me regaló hierbas y cántaros de barro negro natural en miniaturas, más un dulce de algarrobas.
Me despedí de ella ese día y físicamente nunca más la volví a ver, pero en mi memoria aquí estas. En ese momento no sabía como agradecerle, hoy, yo te saludo y te evoco con cariño india toba, porque estás en mi corazón para siempre, tal vez nos volvamos a ver y te mostraré la cicatriz que tú me has curado y preguntarte con sumo respeto ¿como supiste tantas cosas de mí? Porque el tiempo fue corto, pero suficiente para darme tanto sin pedirte nada, mi espíritu indio saluda a tu gran espíritu, a la toba, mi primera maestra sanadora. A esa maestra que, con humildad y sabiduría innata de cuna de paja, mi tributo y homenaje,en estas líneas el saludo respetuoso y gratitud a nuestros antepasados, a todos los maestros de corazón y a quienes aún están cuidando a la gran madre tierra, nuestro hogar.
Taoydo